Y después de las vacaciones...

Las vacaciones dan para mucho, son días de descanso, no tenemos horarios establecidos, no nos ponemos el despertador y no madrugamos si no tenemos niños/as o no queremos. Y pasamos de tener “todo el tiempo libre del mundo” a rencontrarnos de nuevo en el trabajo. ¿Cómo nos situamos? ¿Cómo asumimos las cuestiones que se nos hacen más ingratas? ¿Las que habíamos dejado para terminar? ¡Nos encontramos de lleno en el trabajo, inmersión total!

Acabadas las vacaciones el problema reside cuando queremos combatir la angustia que a menudo aparece en el momento que nos rencontramos con el trabajo, con “todo” aquello que hay para hacer. Si nos ponemos intolerantes, podemos caer en una actitud de rechazo al trabajo, en una inhibición de la capacidad de trabajar que nos lleva a una falta de concentración en las tareas y a una disminución del deseo de trabajar, o bien aparecen reacciones que dan lugar a cierta sintomatología como cansancio, tensión muscular, sueño, tristeza o vacío, entre otros.

La vuelta al trabajo marca también el paso del tiempo. Otras vacaciones han pasado y especialmente el “todo se termina”. Y toda marca del paso del tiempo remite de alguna forma a la finitud de la existencia, al final absoluto, a la evidencia de que “nunca se tiene todo” el tiempo del mundo.
Sin embargo no podemos obviar el hecho de que les vacaciones son la contrapartida al trabajo y que, todo y ser opuestos, se dan sentido mutuamente.

Nos puede ayudar si entendemos el valor de lo que nos falta como algo positivo y no siempre como una condena de algo negativo: la falta permite que se instale en nosotros el deseo.
El trabajo es una construcción humana que ofrece una particular satisfacción cuando ha estado elegido, es decir, cuando permite canalizar algo propio y, evidentemente dependiendo del trabajo que se haga, puede dar la posibilidad de encontrarse a uno mismo.

Trabajo no quiere decir necesariamente aburrimiento, rutina o desilusión. Si tenemos una buena predisposición para afrontar lo que nos falta por hacer y saber, nos damos la posibilidad de mantener el entusiasmo, el ingenio y la creatividad.
Cierto grado de tensión, de conflicto, de malestar es necesario tanto para el desarrollo del sujeto como de la pareja y la sociedad y nos conduce a la realización de proyectos personales, en pareja y unidos en grupo a la realización de la tarea profesional.

En este sentido es importante tener en cuenta que el sujeto se desarrolla y se estructura porque soporta una cierta tensión, un displacer en el aparato psíquico. Tiene que soportar un cierto grado de malestar, de frustración, de insatisfacción que lo estimula y lo hace crecer. Aquello que es más específicamente humano, es poder convivir con cierto malestar propio de la vida.

Pero también vale decir que el malestar por la vuelta de las vacaciones podría venir ya de antes y puede implicar un replantearse el trabajo y/o la propia actitud.
También, en las parejas con dificultades, la faena puede disimular y tapar una relación deteriorada en el día a día que queda descubierta durante las vacaciones aflorando los conflictos y percibiendo el desencuentro.
La limitación que impone el trabajo y las condiciones en que se desarrolla son motivos frecuentes de quejas. Pero en la suspensión de estos condicionantes, se pierde la rigidez de la vida cotidiana y se conecta también con el vacío. El trabajo puede estar poco valorado e incluso considerado un problema pero también hay excepciones, hay quien se alegra de volver al trabajo, quien lo hecha en falta, quien se vuelca de manera desmesurada y, incluso en las vacaciones, tiene que llenar el tiempo libre o estar pendiente del móvil, del portátil o de los múltiples compromisos sociales.

Para terminar, algunas sugerencias para una mejor vuelta: estar descansado antes de incorporarse al trabajo (pues implica soportar cierta tensión), iniciar la actividad de forma progresiva para volver al ritmo de obligaciones y horarios, dejar tiempo para que el cuerpo y la mente se acostumbren a la nueva situación (cuando esto sea posible), marcarse objetivos y determinar las prioridades, comunicarse con los compañeros (la inmersión acompañado/a es otra cosa), disponer de un tiempo de ocio y ya vendrán las próximas vacaciones, días de fiesta o ¡algún puente!


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