La cenicienta

Una joven, una madrastra, unas hermanastras, un zapatito y un príncipe

Sobre la base de un cuento popular anónimo muy antiguo, Charles Perrault (La Cenicienta o el zapatito de cristal, 1697) y los hermanos Grimm (La Cenicienta, 1812) publicaron las dos versiones más famosas de este cuento que han inspirado muchísimas versiones en todas las artes, incluyendo la ópera -Rossini, Massenet- o el balet –J. Strauss, Prokófiev, así como también en el año 1950 Walt Disney hizo la película animada y desde entonces no ha dejado de estar entre nosotros.

Siempre ha habido Cenicientas, es el cuento de hadas más popular y más divulgado en todo el mundo. Relata las esperanzas y las angustias de una joven y su triunfo sobre sus hermanastras y su madrastra.
En este cuento de hadas se substituyen las relaciones entre hermanas por las relaciones entre hermanastras, y así explicar y aceptar las riñas que se dan entre hermanos y que quisiéramos que no pasasen, aunque la rivalidad fraterna sea universal y natural.
Con la llegada de un hermano “el rey de la casa se siente destronado” generándole sentimientos de exclusión y de rechazo.
Incluso el hijo único cree que los niños tienen más ventajas y también le hacen sentir celos. Además de surgirle la idea que si tuviera un hermano, este sería el preferido de los padres.

El personaje de la madrastra, representa una mujer mala que maltrata y obliga a la Cenicienta con las tareas más duras de la casa, a vestirse con ropas viejas y a dormir junto a la chimenea. En cambio el hada madrina, la sustituta de la madre muerta, la ayuda a conseguir su deseo. El mal y el bien quedan representados por la madrastra y la hada madrina.

La Cenicienta es una heroína valiente, bella y maltratada. Trata del sufrimiento que la rivalidad entre hermanos genera, de la realización de deseos, de la victoria de la sencillez, del reconocimiento de las cualidades aunque estén escondidas debajo de ropas viejas, de la virtud recompensada, del príncipe salvador y del castigo del malo. Pero, más allá de esté contenido manifiesto, en los detalles de la historia, se pueden poner en marcha nuestras propias asociaciones inconscientes y la lógica por la cual se rigen los sentimientos de los niños y de los adultos. ¿Alguna vez quien no se ha sentido tratada como la Cenicienta? Esto implica identificarse con la heroína y captar el resto de mensajes del cuento.
También podemos oscilar, particularmente los niños, entre sentimientos extremos: somos capaces de sentirnos sucios, crueles y llenos de rabia; y al instante inocentes y puros, siendo los otros los más malos del mundo mundial.

Sean cuales sean las condiciones externes, podemos experimentar un sufrimiento interno, de privación e incluso de malos tratos.

Del relato se desprende que la apariencia no demuestra el valor interno de una persona y si somos sinceros con nosotros mismos podemos conseguir nuestros deseos.

Otro mensaje que da, es que la seguridad interna y la autoestima se desarrolla con la confianza en uno mismo y en relación a nuestra propia personalidad.

Haciendo referencia a que para conseguir la propia identidad se necesita de la relación de confianza con “los padres buenos” y que estos también se conviertan en “los padres malos” (sobre todo a los ojos del adolescente) como sería el hecho de imponer exigencias sin tenerle en cuenta, lo que ayuda y permite al hijo poderlos cuestionar y así actuar con iniciativa propia.

La Cenicienta es una adolescente guapa y encantadora que genera la envidia de la madrastra y de las hermanastras. Este sentimiento, a menudo distorsiona la relación ambivalente entre las madres y las hijas, sobre todo si la madre entra en competencia con la hija.

Por lo tanto, es importante que los padres sepan que los hijos pueden tener una imagen negativa de ellos, sin que se corresponda a la realidad y además que está pueda ser temporal.

También podemos ver, como la madrastra que es la madre buena de las hermanastras, promueve que las hijas hagan lo que ella les dice y ellas no deciden por sí solas, sin desarrollar su propia autonomía.

Finalmente, la joven encuentra su protagonismo al enamorarse del príncipe (la pareja ideal), que la reconoce gracias al zapatito. El hecho de ponérselo en el pie puede tener connotaciones sexuales y el significado simbólico del compromiso y del casamiento.

Nota: Este escrito tiene como fuente el libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas de Bruno Bettelheim

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