La importancia de decir “no”

¿Te cuesta decir que “no”? ¿Lo evitas? ¿Es una preocupación para ti? Responder “no” cuando se nos pide algo, implica frustrar a la persona y a menudo las negativas cuestan de encajar, se toleran mal y la frustración puede llegar a implicar agresión en forma de enfado.
Es agradable que nos digan que “sí”, y al revés, desagradable cuando nos dicen que “no”.
El “sí”, supone: unión, harmonía, enlace, cordialidad, y al revés, el “no” es signo de desunión, de separación, de límite.

El “no” genera el miedo a caer mal, a que nos rechacen, a que se enfaden, a que nos aíslen, a perder algo, a herir al otro.
Entonces, decimos sí, más fácilmente, aunque estemos en desacuerdo, porque consideramos que nos conviene, para evitar conflictos, para que nos acepten, para que nos quieran, por comodidad. Pero cuantas veces dices “sí” y después te excusas que no puedes hacerlo o no puedes ir.

Cuando pedimos, de alguna manera estamos buscando: atención, amor y reconocimiento.
También la persona que siempre está dispuesta a dar, a hacer favores, a ofrecerse para lo que haga falta, aunque diga que lo hace sin esperar nada a cambio, también sin darse cuenta espera que el otro la necesite, que no la deje de lado, que la valore, que la quiera. Es por eso que, cuando alguien siempre ha estado disponible para los otros, se puede encontrar que cuando los ha necesitado y no han estado, le han fallado y ha tenido una gran decepción. En aquel momento es cuando se da cuenta que ella está siempre dispuesta a llamar, a dar y a ofrecerse y que los demás abusan.

A menudo cuando una persona está siempre dispuesta, es que valora poco su tiempo, su vida propia, su vida privada, para esta persona lo más importante es tener una buena relación con los demás. “Si los otros están contentos yo también estoy contento”, y cuando los otros se enfadan, se siente mal. Cuando hay una relación afectiva, nos afecta el estado de ánimo del otro. Decir “no”, significa respetarse, valorarse y decirse “sí” a uno mismo. Es evidente que hay un placer cuando podemos ofrecer algo, hacer un favor, solucionar alguna cosa. Complacer nos complace, porque nos hace sentir buenos y amables y frustrar nos hace sentir malos.

También tenemos que aprender a encajar el “no” cuando viene de otra persona.

El bebé que depende absolutamente del adulto no para de pedir y nos encontramos en la situación de demanda absoluta, él cree que la “mamá” lo puede todo y que es omnipotente. Estar en este lugar de “mamá” puede dar mucha satisfacción, pero es un lugar insostenible, imposible de sostener, por eso es muy importante contar con el apoyo de los otros. (Este puede ser un tema de otro artículo).

La primera vez que el niño dice “no” es alrededor de los dos años, repitiendo esta palabra ante cualquier propuesta que hagamos al niño, es el período llamado “fase de oposición”, aunque muy a menudo este “no” que dice el niño intencionadamente representa más bien un juego que una oposición deliberada.
Responde que “no” a todo, a las peticiones y a las afirmaciones: “Tu eres guapo”, “no”, y también a las preguntas: “¿Quieres comer?”, “no”, pero si coges al niño y lo sientas en su sillita, no protestará, porque aunque tenga hambre, dirá que “no”.
Esta fase del “no”, es necesaria y útil. Es una de las formas de que dispone el niño de testificar su personalidad en relación a los que le rodean y sobretodo de afirmarse él mismo. Esta etapa pone a prueba a los padres, y no resulta nada fácil porque se encuentran un límite, una oposición y una resistencia a obedecerles.

También en las relaciones de pareja, familiares, de amistad, laborales, etc., habrá momentos en el día a día que necesitaremos decir "no", porque estar siempre dispuestos puede implicar ir contra nosotros mismos, por lo tanto es muy importante que sepamos cual es nuestro límite, hasta donde estamos dispuestos a dar, hasta cuando, y a que no estamos dispuestos. “Puedo estar dispuesta a acompañarte a comprar un vestido y no estar dispuesta a acompañarte a comprar una bicicleta” o “Puedo estar dispuesta a tener un gato en casa pero no un perro”.

Puede que cueste decir “no” por miedo: miedo ante el jefe en el trabajo, a un superior, a alguien que tiene una influencia hacia uno mismo o cuando nuestra pareja no para de pedir, y no queremos provocar el enfado del otro porque es vivido como peligroso. Entonces se puede decir “sí”, para evitar el enfrentamiento.
A veces el qué dirán nos importa demasiado y no tenemos en cuenta ni respetamos nuestras propias necesidades, ni nuestros deseos. Si nos queremos respetar, estimar y sentirnos bien con nosotros mismos, hemos de tener claro que a menudo es un conflicto que nos hacemos nosotros mismos, al principio nos cuesta decir “no”, pero se aprende empezándolo a decir.

Anna Casino (c) 2012-2024
tlf: 636 861 246

Pulse para ver el Certificado de Web de Interes Sanitario

Web design by Berta FA



Siguenos en FacebookSiguenos en Instagram