La anorexia y la bulimia ¿sólo un problema de la alimentación?


Trataré una problemática muy seria: los llamados trastornos de la alimentación o de la conducta alimentaria, fundamentalmente la anorexia y la bulimia. Es posible que conozcáis directamente o indirectamente esta patología por alguien cercano o conocido o aún más directamente a través de vuestra propia experiencia o la de alguien de vuestra familia.

Con los alimentos, ya en las sociedades antiguas los hombres en lugar de comer lo que encontraban, como hacen los animales, primero escogían, después combinaban y más tarde preparaban y elaboraban los alimentos.
Parece que está bien instaurado el hecho de que comemos porqué tenemos hambre. Pero esto no es tan sencillo como parece.


El hombre no come cuando tiene hambre como hacen los animales. Cuando decimos “tengo hambre” añadimos “me comería...” “me apetece...” una pizza, pastas, galletas, sandía en verano o sopa en invierno, porqué aunque tengamos hambre puede ser que no comamos cerdo o otros alimentos por motivos de cultura, de religión o por otras motivaciones.

Esperar para satisfacernos es específico del hombre. Sólo comemos en ciertos momentos y en ciertos lugares, de una manera completamente reglamentada. Según las horas, las comidas se diversifican aún más. También se diversifican y se codifican las estaciones y el calendario de fiestas tradicionales y de celebraciones, como la comida de la fiesta mayor, de Navidad, etc.

Los hombres procuran variar su alimentación, antes y ahora en algunos lugares se hacen intercambios con los vecinos. La originalidad nos parece tan necesaria como en las prendas de vestir. Renovamos nuestra alimentación como nuestro armario, porque nos cansamos de hacer siempre lo mismo, de comer siempre lo mismo, la rutina nos cansa. Nos cansamos de un alimento como de un vestido o de una canción. Nos es necesario cambiar de objeto para preservar el placer y el deseo.

Para aumentar el placer se añade olor, color, etc. Sabemos muy bien que se come tanto por los ojos como por la boca. Los grandes cocineros bautizan sus platos, por lo tanto saben muy bien que el nombre que les ponen también atrae. En los restaurantes hacen menús que son verdaderos poemas: “pastel de crema con pétalos de rosa” o “buñuelos de humo”. ¿Entonces, qué comemos? ¿Podemos decir que comemos para vivir?

Por otro lado, mantenemos una verdadera fijación por los alimentos que comíamos cuando éramos pequeños o de nuestro país de origen, el arroz con leche que nos hacia nuestra abuela o las migas de nuestro pueblo, porque tienen un valor insustituible. No es sólo la comida en sí misma sino todo lo que la envuelve, como la agradable compañia de los tuyos.

Cada país tiene su alimentación: el pan es francés, el arroz es chino, la pasta italiana, la paella española, el pan con tomate catalán, etc. También, actualmente nos proponen en las revistas de moda y de cocina, los menús familiares, los menús infantiles, los menús de fiesta, los menús de fiambrera, muy actuales hoy en día.

Al inicio decía los llamados trastornos de la alimentación, y con esta forma de decirlo he querido sugerir algo, poniendo cierta interrogación crítica en esta manera de denominarlos tan extendida actualmente. Quiero decir que esta es una posible forma de designarlos, pero vale la pena pararnos a pensar si efectivamente de lo que se trata en ellos es sólo de un problema de la alimentación. Os voy adelantando la respuesta: no se trata de trastornos referidos sólo a la función alimentaria, si bien es cierto que las manifestaciones más visibles y evidentes en un primer momento son las que tienen que ver con el comer o no comer y con la manera de hacerlo o no hacerlo.

Anorexia y Bulimia
Estos dos cuadros clínicos aparecen frecuentemente entre los trece y los diecinueve años, esto no excluye que también se den en la infancia y en la edad adulta.
Así pues, desde mi perspectiva, podemos decir que la anorexia y la bulimia son síntomas que esconden detrás otros conflictos psíquicos y que la alimentación en los seres humanos es mucho más que la mera satisfacción de una necesidad física.

Empezaremos por esta última, que es más básica y además es aplicable a cualquiera de nosotros, tenga o no tenga alguno de los llamados trastornos de la alimentación.
Alimentarse no es sólo satisfacer una necesidad corporal, esto sería simplemente nutrirse.

Comer, para los humanos, es un acto complejo. Comer es un acto en el que confluyen diversas ingredientes psíquicos. Es un acto social, aunque se puede comer solo. Es un acto simbólico, como en el acto de la comunión eucarística, aunque el pan y el vino pueden ser muy reales significa la presencia de Dios. Es también un acto erótico, en el amplio sentido del erotismo, de la búsqueda de un placer. Es además una manera de relación con el propio cuerpo y con la propia imagen.

El placer oral de la succión
Si observamos a un bebé veremos que su manera de relacionarse pasa fundamentalmente por la boca. Todo se lo lleva a la boca, tanto las diversas partes de su propio cuerpo y de su ropa como también los objetos externos a él. El pecho materno i/o los biberones despiertan el placer oral de la succión, y este placer queda grabado en todos nosotros y se da cuando el niño/a chupa o muerde el chupete o cualquier objeto, aunque no obtenga una satisfacción directamente alimentaria.

Como la boca sirve al mismo tiempo para alimentarse y para succionar objetos aunque no nos alimenten, está dualidad marca por sí misma una satisfacción en el hecho de llevarse algo a la boca. Pensemos en la importancia de los besos, y también en ciertos hábitos orales como el fumar o el morderse las uñas.

Ciertos formas del lenguaje que utilizamos para referirnos a las relaciones de pareja y elogiar los atractivos eróticos de alguien hacen presente esta íntima conexión entre el comer y el erotismo. Así, por ejemplo, decimos: “la María está muy buena”, “a Carlos me lo comería”, “está como un bollycao” o “no quiero ser segundo plato de nadie”, etc.

También los padres cuando alimentamos a un hijo o a una hija no lo hacemos sólo con comida, sino que le damos otras cosas importantes: las sonrisas, las caricias, el amor y las palabras.
La manera particular con que cada niño o niña percibe al adulto, cuando éste le está alimentando, en un sentido amplio, tendrá consecuencias respecto a cómo se relacionará con la comida.

No hay ninguna situación ideal y perfecta, pero está claro que no será lo mismo ser alimentado por una persona que esté satisfecha de hacerlo y se sienta a gusto y tranquila mientras lo hace, que, por el contrario, aquella otra situación donde la persona tenga serias dificultades para ejercer está función de una manera más o menos agradable y placentera.

La anorexia se caracteriza fundamentalmente por tres síntomas: la anorexia, que quiere decir falta de apetito, refiriéndose más al deseo y a las apetencias, la amenorrea, es decir la pérdida de la menstruación y la pérdida de peso .

Si bien anorexia quiere decir falta de apetito, en realidad pueden tener ganas físicas de comer, pero el rechazo a hacerlo es más fuerte y se acaba imponiendo.
El rechazo a comer no es por causas físicas que lo justifiquen y por eso se le ha puesto el adjetivo de anorexia mental o nerviosa, indicando así que el origen del problema no es directamente corporal.

Podemos hablar de anorexia cuando se dan las siguientes condiciones:
Hay un miedo a aumentar de peso exagerado, incluso cuando el peso ya está por debajo de la normalidad.

Oposición a mantener el peso por encima de los mínimos correspondientes a la edad y la talla. Puede haber alteración de la imagen del propio cuerpo, es decir, que se ven o creen ver en el espejo y en las miradas de los otros con más volumen y formas que en la realidad.

Todo esto implica asimismo una serie de repercusiones psicofísicas como la desaparición de la regla, desajustes hormonales y desequilibrios de las constantes vitales, que en determinados casos, pueden llevar a la muerte, que es la forma extrema de liberarnos del cuerpo.

Al mismo tiempo hay unas actitudes comunes ante el trastorno:
  • Negación de la perturbación, cuando no es grave, o bien en el inicio, se disimula y esconde o bien se racionaliza en función de supuestas dietas saludables.
  • Negación de las sensaciones de hambre y de cansancio, por tanto, puede costar dejarse ayudar, pues para aceptar una ayuda primero se ha de reconocer que se tiene un problema.
  • La importante pérdida de peso se consigue no sólo con la reducción de las cantidades de comida, sino también realizando ejercicios físicos intensos y, a veces, con laxantes.
  • Aparecen una serie de rasgos de carácter, que preceden al trastorno, destacando la elevada autoexigencia y el perfeccionismo, suelen ser brillantes en los estudios.
  • Les gusta cocinar para los demás, pero no comen lo que cocinan.

La bulimia, se presenta como:
Apetito desmesurado en el que se instaura un ciclo de ingestiones abundantes de comida y de vómitos posteriores de los alimentos ingeridos, que puede acompañarse o no con una pérdida de peso corporal.

Momentos en los que se come compulsivamente, en forma de atracones, la mayoría de veces en solitario.

Posibilidad de coexistir ayunos y dietas rigurosas para compensar todo lo que se ha ingerido.

En bastantes ocasiones se mezcla la anorexia con la bulimia y además hay que tener en cuenta que, más allá de las descripciones generales, cada caso es realmente particular, con sus matices diferenciales, propios y únicos.

Esta alternancia muestra que pueden considerarse dos caras de la misma moneda, como dos manifestaciones opuestas del mismo problema de ajuste al propio cuerpo, de control sobre los propios impulsos, de camino hacia la propia identidad personal, de la relación con los demás...

A menudo es evidente la preocupación obsesiva por el peso y por la imagen corporal pero a veces lo más evidente no es exactamente esto sino una especie de desgana generalizada, a pesar de que en los momentos de los atracones parezca todo lo contrario. En general, el trastorno alimentario pone en evidencia un fondo depresivo importante, como si no tuvieran deseos vitales, nada que les apetezca ni les motive lo suficiente, en el fondo son alteraciones profundas de las ganas de vivir.

En la aparición de la anorexia, asociada a menudo a la bulimia, podemos situar tres órdenes de factores causales:
1. El cuerpo ideal en nuestra sociedad. La moda actual, ofrece estar delgada como un ideal estético y como un valor de éxito social. Pudiendo llegar a creerse que: “Si estoy delgada como una modelo, yo seré como ella”.
Pero recordemos que personas que han sufrido pérdidas de apetito e insistentes negativas a ingerir alimentos han existido siempre, podemos mencionar algún personaje histórico como Sissí, la emperatriz de Austria. Por tanto, este trastorno no es exclusivo de nuestra época ni está producido sólo por la moda actual, la sociedad de consumo y los productos para adelgazar.
2. La dinámica familiar. El primer vínculo con la madre lo establecemos con la alimentación, si hay dificultades puede convertirse en un fondo de inquietud. Cuántas veces hemos escuchado la expresión “el niño no me come” aunque el pediatra le diga que aumenta de peso y de talla.
3. Desarrollo de la subjetividad. En el intento de conseguir más autonomía personal y de hacerse mayor, para dar paso a diferenciarse a veces y otras a parecerse al modelo de la propia madre, y poder hacer su propio camino, justo consigue el efecto contrario, que aún se le esté más encima.

Por consiguiente, los factores psicológicos e inconscientes en juego, en cada persona en particular, hacen necesario además del tratamiento médico, el averiguar qué conflictos pueden haber ocultos.
Así pues, es importante abrir un espacio de escucha psicoterapéutico para que las persones que sufren puedan intentar enfrentarse a sus propias verdades encubiertas en sus síntomas, es decir, qué se le puede hacer problemático en el hacerse mayor, en asumir la sexualidad adulta, en las relaciones con los padres, con los otros, en poder “decir que no”.

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