Reparar a los vivos describe un proceso tan doloroso como la muerte de un hijo, una muerte que no procede.
Es una novela donde explora psicológicamente el tormento de los padres sobre lo que supone enfrentarse a la traumática muerte de su hijo y a la vez tener que tomar la decisión de la donación de sus órganos.
También es destacable la claridad y el respeto de Thomas Rémige hacia los padres en estos momentos de la toma de una decisión tan difícil.
Os dejo, un breve fragmento del libro: “Al quedarse solo, Thomas se desploma en la silla, hunde los dedos en su pelo, en su cabeza, y exhala un largo resoplido. Seguro que se dice que aquello es duro, y quizá que también a él le gustaría hablar, soltar puñetazos en las paredes, patear las basuras, estrellar vasos. Tal vez sea un sí, más probablemente un no, porque suele pasar –una tercera parte de las entrevistas concluían con una negativa–, pero para Thomas Rémige una negativa límpida era preferible a un consentimiento arrancado en medio de la confusión, obtenido con fórceps y deplorado a los quince días por personas atormentadas por el arrepentimiento, que perdían el sueño y se hundían en el dolor, hay que pensar en los vivos…”

El título Reparar a los vivos, proviene de una cita de la obra de teatro “Platónov”, de Antón Chéjov, de una página fotocopiada que el coordinador del servicio de trasplantes tiene colgada en la puerta de su despacho. “¿Qué hacer, Nikolái?” “Enterrar a los muertos y reparar a los vivos.”
En reparar a los vivos, por un lado podemos encontrar que detrás del trasplante hay la muerte de una persona, pero a la vez “se repara” a otra persona dándole una nueva vida. Y otra cuestión, ante la muerte de una persona es muy importante tener en cuenta el dolor y la necesidad de “reparación” de los afectados que han perdido a la persona querida.
Si te zambulles en esta historia, tan dura como delicada, puedes dejarte llevar por una ola que te puede tocar el alma o el corazón.
Maylis de Kerangal. Editorial Anagrama. 2015.
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