Ser o no ser madre


A menudo identificamos la feminidad con la maternidad. A partir de la posibilidad biológica, es decir, la capacidad reproductora, se instaura el “se tiene que ser madre”, una norma. Esta implica el control tanto de la sexualidad como de la fecundidad de las mujeres. De esta forma la mujer desaparece y la función materna queda idealizada.

La identificación de la maternidad con el proceso biológico, mantiene que lo más importante en la procreación humana es el proceso de concepción y gestación. No obstante, es la tarea social, cultural, simbólica y ética la que hace posible la constitución de un ser humano.

Existe la concepción de la maternidad como una función de carácter instintivo profundamente arraigada en la estructura biológica de la mujer, independientemente de las circunstancias temporales y espaciales en las que tiene lugar. Nos cuesta reconocer que, en tanto fenómeno humano, la maternidad es una construcción cultural.
El hecho que la procreación sea un proceso natural, puede inducirnos a creer que al fenómeno fisiológico de la concepción y la gestación le debe corresponder el deseo de tener un hijo, pero gestar es algo diferente de la maternidad, porqué esto implica asumir una función.

El psicoanálisis enseña que es posible tener un hijo en el vientre pero no necesariamente en la cabeza, o también es posible sentirse madre sin tener ningún hijo.
La maternidad sobrepasa la biología de la procreación y de la gestación. Ella se aloja en los sueños, los fantasmas, las ilusiones, la sublimación.

El deseo de hijo no corresponde a la realización de una supuesta esencia femenina, sino que se ha generado a lo largo de la historia de cada mujer, de las relaciones que ha creado en su infancia con sus padres. El futuro niñ@ puede representar lo que podría hacerla feliz o completa.

La aspiración a la plenitud proviene de la constatación de que no somos una unidad, ni tampoco una totalidad, pues es imposible que no nos falte alguna cosa.

De entrada podemos decir que el deseo de un hijo, es un deseo legítimo, natural e incluso necesario para la continuidad de la especie, pero la relación del ser humano con su deseo es bastante complicada.

No es suficiente estar embarazada y parir para ser madre: también es necesario, desearlo.
Tener un hij@ no significa ser padre o madre, sino del lado del hombre haber fecundado a una mujer y del lado de la mujer haberlo gestado. Esto es la función reproductora, pero los genitores pueden ser substituidos como en la adopción.

Aunque el deseo de hijo se presente con frecuencia como una elección consciente, relativa a los ideales sociales y familiares de cada sujeto, este proyecto comporta significaciones inconscientes que intervendrán cuando el niñ@ nazca.

Tener un hijo es el resultado de un deseo, y por tanto, de una elección. Ser mujer no sólo se reduce a ser madre, sino que también se pueden tener otros deseos, igualmente legítimos y satisfactorios.
Está claro que la maternidad y la paternidad no son la única manera de transmitir, dar y recibir ya que se pueden encontrar otras formas.

Actualmente, son muchas las mujeres que no escogen la maternidad como parte de su proyecto de vida, a pesar del estigma social que puede comportar la decisión. En cambio otras mujeres, anhelan quedarse embarazadas, enfrentándose a otro estigma social, la infertilidad, con las nuevas tecnologías reproductivas.

Ya seamos los genitores, o no, a nuestros hijos los adoptamos, los tenemos que hacer nuestros, es decir, la paternidad y la maternidad implica para todos "adoptar" este niñ@.

El niñ@ sin el deseo de los padres no puede constituirse como sujeto. Es necesaria la función materna y la función paterna sostenida por alguien que tenga expectativas, ilusiones y deseos puestos en juego en este hij@, para que pueda constituirse como ser humano. Si no es así, se convertirá en un sujeto marginado, maltratado.
Sin bien, los hijos son de los padres pero no nos pertenecen, no son objetos para nuestra satisfacción, a los hijos los tenemos que acompañar en su crecimiento. Los tenemos que preparar para que ellos tengan su propio deseo, se separen de nosotros y se conviertan en hombres y mujeres.

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